miércoles, 9 de enero de 2008

Diferencias entre «quiero» y «me gustaría»















Diferencias entre «quiero» y «me gustaría»

Si se supone que «queremos» hacer tal o cual actividad, deberíamos ser capaces de realizarla siempre, y si no la realizamos es porque, en el fondo, no queremos hacerla, y entonces, a lo sumo, «nos gustaría».
En efecto, ¿qué sucede con mucha frecuencia cuando una persona nos dice?: «Quiero apuntarme a un gimnasio», por ejemplo.
Supongamos ahora que ha pasado un cierto tiempo y que nos la encontramos de nuevo por
la calle. Si le preguntásemos:
«¿Qué tal te va en el gimnasio?».Es muy probable que nos contestase algo así como: «Aún no me he apuntado».Y si nos interesásemos por el motivo de no haberlo hecho, probamente nos contestaría algo parecido a: «Porque no he tenido tiempo» o «Porque no he podido». Algo similar sucede con algunas personas que dicen:
«Quiero hacer una dieta para adelgazar».
Y así podríamos repetir la conversación anterior y llegaríamos igualmente a una respuesta similar:
«Aún no me he puesto con ello, pero quiero empezar ya». Claro que otros con «más voluntad» pueden decirnos: «Aún no me he puesto en serio con ello, pero quiero empezar ya».
¡Como si se hubiesen puesto de algún modo! Igualmente, con muchas de las personas que dicen «querer» aprender un idioma lo que de verdad sucede es que «les gustaría aprenderlo».
La palabra «querer» es mucho más fuerte que «gustar»: Tiene que ver con el sentimiento y, de algún modo, implica a todo nuestro ser. En cambio, cuando simplemente «nos gustaría» hacer algo, es probable que no lo lleguemos a hacer nunca, y aquí es donde está la verdadera diferencia entre ambos conceptos, lo que marca un claro límite y distingue a unas personas de otras:
Así, quien de verdad quiere algo, siempre pone los medios, y por supuesto que al final lo consigue. «Querer» significa auténtica implicación, sin excusas.
Por el contrario, a quien simplemente le gustaría conseguir o tener algo y en el fondo no quiere conseguirlo (aunque no sepa que no lo quiere), no podrá obtenerlo porque realmente no lo quiere obtener, porque se niega a ello, porque no actúa de modo que acredite que lo quiere, aunque es cierto que, a lo sumo, le gustaría obtenerlo. Así, siempre encontrara alguna oportuna excusa que lo libere de esa obligación que se ha impuesto y que dice a los demás «querer hacer», y por ello difícilmente encontrará el momento adecuado para empezarla o continuarla, por lo que siempre la tendrá en un segundo plano. Estas personas desisten con facilidad de lo que creen querer hacer, y por este motivo será muy fácil convencerlas y apartarlas de esa obligación con cualquier excusa:
—«y vas a ponerte a estudiar ahora?».
—«Pues tienes razón, mejor lo dejo para luego. La verdad es que hoy he tenido un mal día y estoy algo cansado.»
Y si hubiese algo de resistencia, solamente sería cuestión de presionar un poquito más:
— ¡Pero fíjate qué día tan bueno hace! — ¡Mira qué película van a echar ahora!
Tal y como comenté anteriormente, hablamos sobre todo de empezar. Empezar es lo más difícil, y muchas veces nos cambian las ideas sobre lo que queríamos hacer nada más empezar a hacerlo. Puede su ceder que una actividad se convierta en algo mejor (o peor) de lo que pensábamos que iba a ser y, de ese modo, esta circunstancia marcará el futuro inmediato de nuestra actividad, es decir, de su continuidad. Lo que sí está claro es que el que de verdad desea algo pone los medios y no abandona fácilmente, y menos al primer contratiempo. Por eso, antes de emprender cualquier nueva actividad de aprendizaje o cultural, etc, deberíamos plantearnos si de verdad queremos aprenderlo o no, pues puede que no sea así y suceda que simplemente nos «gustaría aprenderlo», es decir, nos gustaría que alguien nos regalase de repente su conocimiento con poco o ningún esfuerzo por nuestra parte, de igual modo que nos gustaría que alguien nos regalase el resultado de dos años de gimnasio, el se seis meses de dieta, etc.
Lo mejor es ver el lado bueno de cada cosa que decimos emprender, sin fijarnos en los posibles resultados y sin menospreciar nuestras posibilidades o capacidades. Si disfrutas con aquello que haces, el tiempo pasará felizmente para ti y mantendrás tu ilusión por todas las cosas, al contrario de lo que sucederá si solamente piensas en obtener resultados, pues en este caso notarás que no disfrutas del pro ceso a recorrer. El tiempo no transcurrirá de forma agradable ni rápida y el final no puede ser otro que desistir, antes o después, de aquella que iniciamos.
El trabajar con una técnica adecuada que te permita progresar felizmente y que te haga la tarea agradable será algo fundamental para llegar hasta el final, pues es inherente a la condición humana la acción de desistir ante el menor contratiempo.

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